Suede en Madrid: el salvaje espejismo de la eterna juventud
Diez años menos trece días después de su última visita, Brett ‘Slim Fit’ Anderson y los suyos regresan a Madrid para presentar su disco ‘Bloodsports’ y regocijarse en un buen puñado de clásicos. Por David Gallardo
Brett Anderson se hizo carne en La Riviera. FOTO: Alfredo Rodríguez
4 / 5
Lugar: La Riviera (Madrid)
Fecha: 9 de noviembre
Asistencia: 2.500 personas (lleno)
Se apagan las luces, salen los músicos y el gentío grita excitado. Unos pocos segundos después aparece Brett Anderson por un lateral y el aullido es ensordecedor. El tiempo se detiene, el vello se eriza y como decía aquel, no es frío, es música (a punto de empezar, pues la emoción se ha desatado antes de la nota inicial).
Daddy’s Speeding es un buen arranque pues va de menos a más, y mete al gentío en la pomada antes de una triada ganadora del nuevo álbum, Bloodsports, el primero con temas inéditos en once años, que definitivamente demuestra que Suede y su público serán salvajemente jóvenes mientras canalicen su amor mutuo a través de canciones como Barriers, Snowblind o It Starts and Ends With You.
Ahora ya la velada está realmente lanzada y liderada por ese torrente de carisma que es Brett Anderson, ave rapaz empeñada constantemente en mostrar sus esbeltas alas. Con su aspecto entre Bruce Dickinson y Raphael, marcando pómulos y camisa blanca con las muñecas al aire, Brett va perdiendo botones irremediablemente hasta terminar abierto de par en par desde el cuello a los tobillos.
Castigando el cable del micrófono cual látigo justiciero, el tipo absorbe toda la luz de los focos y su voz sobresale desmesuradamente sobre todos los instrumentos, en una cruenta batalla contra las 2.500 personas que abarrotan La Riviera y que se empeñan en demostrar lo bien que hacen el falsete en Trash y Animal Nitrate, pareja de clásicos que se cantan el unísono desde Alto de Extremadura hasta Plaza de España.
La sesión de spinning prosigue con inevitable karaoke para The Drowners, Filmstar y Can’t Get Enough,antes de un tramo acústico que como de costumbre suele ser un capricho de la banda y que termina dispersando a un público que vuelve a entrar un poquito con For the Strangers, y que se entrega a vida o muerte con So Young, de nuevo con un falsete colectivo que no por repetido resulta menos emocionante (¿sabes lo que se siente cuando miras a los ojos de un extraño mientras ambos cantáis como dos pequeños castrados? Eso es algo muy profundo que no viene al caso analizar ahora, pues se trata de disfrutar sin reflexionar en exceso).
La jovialidad desmedida inunda sin ambages La Riviera a través de Metal Mickey y Beautiful Ones, aunque el desmadre a la madrileña todavía está por desatarse del todo con She’s in Fashion y New Generation, ejercicios de nostalgia recibidos como maná caído del cielo por una concurrencia necesitada de zurriagazos de juventud tal vez no permanente, pero si eterna en su hercúlea fugacidad.
Llegados a este punto, el concierto podría haberse extendido hasta las tres de la madrugada sin que ni uno solo de los asistentes se hubiera quejado, pero la cuestión quedó finiquitada en una hora y media de adecuado equilibrio entre novedades y clásicos, siendo éstos últimos, claro, los que provocaron el más intenso delirio entre la muchedumbre treintañera que atestó La Riviera y que se fue cantando de motu propio Saturday Night, que no sonó desde el escenario pero atronaba en sus tonificados, rejuvenecidos y liberados corazones.
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